Hubo un tiempo en que se tiraban cabras desde un campanario durante las fiestas de los pueblos.
Y todos lo aplaudían.
Un tiempo en que se fumaba en los colegios, en los bares, incluso en la consulta del médico.
Con bata blanca, sin ninguna alarma.
Hoy lo recordamos y nos parece inaceptable.
Vergonzoso.
Surrealista.
Y sin embargo, seguimos normalizando otras cosas que dentro de unos años —no muchos— nos parecerán igual de absurdas.
Como que la publicidad siga ignorando a las mujeres reales.
Especialmente a las que ya hemos cumplido 40.
Nos usan como madre, como chiste o como “antes y después”.
Nos ponen si toca vender menopausia, pero desaparecemos si toca mostrar deseo, poder, estilo o libertad.
Como si ya no fuéramos válidas.
Como si fuéramos una excepción.
Como si ya no existiéramos.
Spoiler: existimos más que nunca.
Y no solo existimos: decidimos, consumimos, inspiramos, lideramos.
Pero en la publicidad… seguimos fuera de plano.
El problema no es solo moral.
Es estratégico.
Ignorar a las mujeres +40 no es solo injusto.
Es ridículo. Y estratégicamente torpe.
Es como si las marcas se olvidaran de una de las audiencias más fieles, activas y solventes, solo porque no encajamos en el molde aspiracional que construyeron hace 40 años.
Uno que ya no representa ni a las de 20.
Por suerte, algunas marcas empiezan a despertar.
Como Cocunat, que ha empezado a mostrar mujeres mayores de 40 sin necesidad de disfrazarlas ni señalarlas como algo excepcional.
Y no, no debería ser revolucionario.
Debería ser normal.
Desde Auténticas trabajamos para que esto cambie.
Para que no tengamos que esperar otros 20 años a que alguien diga:
“¿Te acuerdas cuando en la publicidad parecía que a los 40 dejábamos de existir?”
Lo que hoy vemos sin cuestionar, mañana será nuestra vergüenza colectiva.
Como lo fue la cabra.
Como lo fue el cigarro.
Y estamos aquí para acelerar ese momento.